Fumar y la pérdida de visión

Fumar y la pérdida de visión está íntimamente relacionado!

Al inhalar el humo del tabaco centenares de sustancias tóxicas pasan, a través de los pulmones, al torrente sanguíneo. Así, la sangre reparte estas sustancias tóxicas por todos los órganos del cuerpo, incluidos, por supuesto, los ojos.

Fumar daña la vista de manera muy parecida al que pasa en las primeras etapas del glaucoma, una condición que causa daño progresivo del nervio óptico y que es la segunda causa de la ceguera en el mundo.

Se han comprobado los efectos nocivos causados por el tabaco en la capa de fibras nerviosas de la retina RNFL, por sus siglas en inglés. Ésta se encarga de reunir los impulsos visuales de los fotorreceptores, los conos y los bastones, y de las células ganglionales de la retina y después enviar estos impulsos al nervio óptico.

Cuando examinamos las retinas de los fumadores se aprecia que el groso medio del RNFL de los fumadores es mucho más delgado que lo de los no fumadores. La disminución del grosor del RNFL se asocia también con otras enfermedades visuales como el glaucoma y la retinitis pigmentaria, ocasionando puntos ciegos en el campo visual, pérdida de la visión periférica e incluso, ceguera.

Otras posibles consecuencias nocivas para la vista con el consumo del tabaco son:

Degeneración macular: la mácula, una parte de la retina, el tejido sensible a la luz en la parte posterior del ojo, se ve afectada por el cigarrillo puesto que sus células se deterioran debido al proceso de oxidación. Por otro lado, las sustancias químicas y tóxicas contenidas en el tabaco interfieren con el flujo de sangre que llega a la retina, situada en la parte posterior del ojo.

Cuando la mácula se daña, la persona no puede ver con claridad los objetos, que le parecen borrosos y distorsionados, y se le dificulta además la capacidad de distinguir los colores.
Los fumadores tienen un riesgo de tres a cuatro veces mayor que los no fumadores de desarrollar esta condición. Es más, los no fumadores expuestos con frecuencia al humo de segunda mano, también tienen un riesgo mayor que las personas que no fuman.

Cataratas:  ocurren cuando el cristalino del ojo se vuelve opaco. En un ojo normal el cristalino es casi transparente y puede cambiar de forma para enfocar adecuadamente los objetos. El hábito de fumar aumenta el riesgo de desarrollarlas, puesto que afecta a las células del cristalino dado el proceso de oxidación y hace que los metales pesados como el cadmio se acumulen.

Se ha encontrado una correlación directa entre el desarrollo de las cataratas y la cantidad de cigarrillos que se fuman diariamente. Mientras más se fume, mayor es el riesgo. Por ejemplo, las personas que fuman menos de 15 cigarrillos al día tienen un riesgo dos veces mayor de desarrollar cataratas que los no fumadores, pero quienes fuman 15 cigarrillos o más al día tienen un riesgo hasta tres veces mayor.

Retinopatía diabética: es una de las complicaciones de la diabetes y una de las causas principales de la pérdida de la visión, ya sea parcial o total. Ocurre cuando la diabetes daña los delicados vasos sanguíneos de la retina, que se rompen, dejan escapar sangre o se bloquean, afectando la visión con el paso del tiempo.
Fumar no es sólo uno de los factores de riesgo para desarrollar diabetes, sino que hace mucho más difícil controlarla y por lo tanto, sus complicaciones se vuelven más serias.

Síndrome del ojo seco: ocurre cuando no se producen suficientes lágrimas para humedecer, limpiar y proteger los ojos. Entonces se irritan, queman, se vuelven muy sensibles a la luz y se produce la sensación de tener arena. El humo del tabaco puede agravar esta situación.

Si todo esto no es suficiente, conviene saber que el consumo de tabaco se relaciona, además, con daño al nervio óptico, la ambliopía y la molesta conjuntivitis.

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